Desde la ultima vez que vine, ya pasó Navidad y llegamos a un nuevo año. Fue una navidad diferente, pues la pasamos con mis tías paternas, ayudando a espantar la tristeza por la enfermedad de una y para aprovechar porque no, todos los momentos. Ni siquiera nos alteró mucho el sismo, y a las 2 horas estabamos donde una amiga, dando weltas al asado.
Con nuestros amigos, partimos a festejar el Año Nuevo, y estiramos el paseo todo lo que pudimos. La semana se hizo corta también porque viajé a Valpo a recibir mi diplomatura, ceremonia a la cual no fui, porque llegué a casa de mi mami a vomitar como la niña del exorcista. Enferma todo el fin de semana, como si a esa casa, le gustara ver a alguien en cama.
Regresé y mientras me recuperaba, quien partió finalmente fui mi tío y no mi tía. Se adelantó de seguro por no pasar por la pena de sentirse solo sin ella. Quizás la sintió a ella más fuerte. Pero la pena igual nos regaló la oportunidad para la familia de vernos, de comer todos juntitos, de recordar esa locura de dar de comer a tanto hijo y nieto, de rotar los asientos, de fumar juntitos en el patio, en fin, familia. También me regaló el abrazo de mi hermano, y ese es un tremendo regalo.
Y justo, cuando sentía que ya no me iban quedando pilas, con esas sombras negras que me rodean que me dicen que quizás me queda poco, apareció Luz. Una tremenda nueva amiga, mágica como ella sola, que renovó cada célula y chakrita de mi alma y cuerpo energético. Me calzaron tantas cosas y me dijo otras tantas buenas para el alma. Y antes de conocerla, sin saber que venía o quien era, la soñé. Maravillas de la sincronía, o del lenguaje de habitantes de un lugar que pareciera, nos estuviesemos juntando.
Hoy disfruto de mi tranquilo lugar en las Dalcas. Entre el aroma del café , descanso, imagino, alimento mi cuerpo y mis orejitas con música. Dejo el enlace, me encantó la música, la suavidad de los movimientos, la intimidad. Hoy dejo mis fantasmas atrás, me ilusiono con ser viejita, de pelos blancos y vestidos largos.